En agosto y septiembre, miles de pequeñas aves atraviesan la península hacia el África subsahariana. En el humedal de Salburua, en Vitoria, se reúnen los anilladores para conocer las rutas de las aves.
La capacidad de un pájaro de diez gramos de cruzar en solitario y de noche toda Europa, el estrecho de Gibraltar y el desierto del Sáhara para pasar el invierno en el África subsahariana es una de esas hazañas de la naturaleza que los expertos han podido conocer mejor gracias al anillamiento de aves.
Y es ahora, en los meses de agosto y septiembre, cuando miles de esas pequeñas aves atraviesan la península en dirección al sur haciendo escala en humedales como el de Salburua, a las afueras de Vitoria, donde un grupo de anilladores trabaja estas semanas en un oficio que requiere delicadeza.
No se trata del paso de bandadas de gansos o grullas, más visibles, sino de papamoscas cerrojillos, carriceros comunes, carricerines o incluso algún carricerín cejudo, única especie de ave pequeña que está amenazada de extinción en Europa y para la que Salburua es un "lugar importante" en su migración.